Aprender a vivir... Despedidos.


¿Qué harías si hoy fuese tu último día de vida? Si verdaderamente estuvieras en ese momento ¿Podrías identificar tu pensar, tu sentir y tu actuar? Seamos sinceros, el tema de la muerte es un tema que preferimos no tocar. Como diría Gaby Pérez Islas, tanatóloga mexicana: no por hablar de la muerte, ésta se acerca más y no por evitar hablar de la muerte, ésta se mantiene lejos de nosotros. La muerte es una realidad inherente al ser humano, desde el momento de la fecundación.

 

Por otro lado, también es importante reconocer que, a lo largo de nuestras vidas, enfrentaremos muchas pérdidas de todo tipo, el fallecimiento de un ser querido es sólo una de ellas, también podemos perder un trabajo, un estatus social o económico, una mascota, cambiar de residencia, un diagnóstico relacionado con la salud, perder la expectativa puesta en un proyecto laboral importante, perdemos amistades, hasta la pérdida de nuestra propia vida.

 

Las pérdidas, los duelos y el dolor, son importantes contextualizarlos desde la mirada de la salud, según la propia Organización Mundial la define como: “…un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Nuestra salud se afecta cuando vivimos un duelo.  En el aspecto físico podemos perder el apetito o comer de más, darnos mucho sueño o tener insomnio. En el aspecto mental, la atención, concentración y memoria cambian, vivimos como “en otro planeta”. Y en el aspecto social, nos podemos sentir incómodos ante la presencia de quienes nos rodean, sólo queremos apartarnos para permanecer solos. Todo lo anterior es parte natural del proceso de duelo. Nos duele el alma.

 

A lo largo de mi experiencia en el Acompañamiento Tanatológico, me ha tocado ser testigo de cómo la muerte nos invita a cuestionarnos sobre nuestra propia vida, sobre nuestras decisiones, nos replantea qué estamos haciendo y si somos felices con lo que hacemos y aparecen otros muchos otros cuestionamientos. Todos hemos vivido al menos una pérdida a lo largo de nuestras vidas y caminar por esos terrenos, no es en absoluto un camino sencillo, es más bien pedregoso, polvoriento y muy cansado. Sin embargo, también he podido presenciar la manera en que las personas tienen una fuerza indescriptible para transformar el dolor de la pérdida, en una experiencia que les invita a vivir, desde un lugar de mayor conciencia. Siendo cada vez más resilientes.

 

“No apartes los ojos. Mantén tu mirada sobre la herida vendada, por ahí entra la luz”

-Rumi (sabio y poeta sufí del siglo XIII).

 

Es por ello que, la conciencia de nuestra finitud, de nuestra propia muerte nos invita a Vivir Despedidos, es decir, a no dejar nada para mañana, a amar de manera incondicional, a dar lo mejor de nosotros, a dimensionar nuestros conflictos, en pocas palabras: a viajar más ligeros. Preguntarnos eventualmente: ¿Qué llevo cargando en mis “maletas emocionales”? ¿Qué pensamientos, emociones y conductas ya “caducaron”? 

 

Aprender a vivir despedidos es hacer esa llamada pendiente para expresar tu sentir a quién hace mucho tiempo quieres compartirle algo, es pedir perdón y perdonar, es dejar de postergar esa salida, es agradecer, es un abrazo pendiente, un reencuentro, en pocas palabras: es vivir en paz. Por último, me gustaría compartirte que la intención al escribir sobre estos temas no tiene otro objetivo más que:

 

    • Comenzar a derribar el tabú sobre la muerte, el duelo y el dolor, sobre el miedo que podamos sentir. Recordar que el dolor es parte de la vida. Además, el dolor nos permite mirar a ver lo que nos duele.
    • Comenzar a vivir en el aquí y ahora. Sensibilizarnos a valorar nuestra vida, a ser agradecidos, lo cual está científicamente comprobado que: favorece la salud mental, disminuye la reacción al estrés, activa áreas cerebrales de bienestar, mejora la salud cardiovascular y favorece la comunicación entre personas (Nazareth Castellanos, 2023).
    • Aprender a hacer un “escaneo diario” sobre nuestra salud en sus diferentes componentes: ¿Cómo me siento hoy, en este momento, física, mental, emocional, social y espiritualmente hablando?
    • Recordar que tenemos la oportunidad todos los días de hacer pequeños, medianos y grandes cambios a través de nuestras decisiones, de nuestros hábitos.
    • Ser pacientes, amorosos y compasivos con nuestros propios procesos de duelo.

 

 

“Sólo cuando realmente sepamos y entendamos que tenemos un tiempo limitado en la tierra, y que no tenemos forma de saber cuándo acaba nuestro tiempo, comenzaremos a vivir cada día al máximo como si fuera el último que tenemos” -

Elisabeth Kübler Ross (Considerada la madre de la Tanatología)

 

 

Te abrazo con mucho cariño.

Recuerda avanzar “Un día a la vez” a tu tiempo, a tu ritmo.

 

Lic. Mary Carmen Castillo Ocampo.

Psicóloga y Tanatóloga.

Instagram @tanatologapsic_marycastillo