Fernando Castro Pacheco y el realismo mexicano

Pocos artistas han abierto senderos en Yucatán de manera tan precisa como lo hizo Fernando Castro Pacheco. Fue parte esencial de la Escuela Realista Mexicana, la cual se caracteriza por el abandono del tema social, la política propagandista y las guerras revolucionarias para dar lugar a producciones con temática mexicana pero inclinada más hacia lo fantasioso y poético. En este mismo grupo se encuentran sus contemporáneos Raúl Anguiano, Jesús Guerrero Galván y Alfredo Zalce.

Nace un 26 de enero de 1918 en el barrio de San Sebastián de la capital yucateca e inicia sus estudios profesionales de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Yucatán, recibiendo instrucción de grandes maestros como el director Alfonso Cardone, Modesto Cayetano e Ignacio Rubio Milán. Los primeros pasos en la enseñanza del arte los da como maestro de la Escuela Popular de Arte y como orientador de dibujo en diversas escuelas primarias de la región. En 1941 fundó la Escuela Libre de Artes Plásticas de Mérida y un año después inició sus primeras obras litográficas, así como grabados de madera y decoraciones murales.

En las tres décadas que radicó en la Ciudad de México (1943-1973) se dedicó a trabajar en dibujos, pinturas, grabados, litografías, esculturas, esmaltes e ilustraciones para libros y revistas. En 1945 se introduce al ámbito internacional con su presentación en San Francisco, California y recibe el Premio de Grabado por el Departamento del Distrito Federal. En 1949 entraría a la Escuela que le permitiría consolidarse como artista, La Esmeralda, misma que tenía como antecedente a la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa. En 1960 se convierte en Director de dicha escuela y dejaría huella en la formación de pintores y escultores en el país.

Posteriormente, con su participación en una exhibición colectiva en La Habana (Cuba), se abre camino para hacerse ganador del Premio de Pintura del Salón de la Plástica Mexicana en 1961. Ya con esta madurez profesional, es becado para viajar por un periodo extendido por Europa, recorriendo museos y presentando sus obras, permitiéndose impregnar su lente de artista por el cubismo de la época.

De regreso en la Península, pinta una serie de murales por encargo del entonces gobernador del Estado de Yucatán, Carlos Loret de Mola, en el Palacio de Gobierno. Allí, en el llamado Salón de Yucatán, se avoca a representar la historia de la región, destacando y dignificando la cultura Maya. Recibió diversos reconocimientos a su trayectoria como la Medalla Yucatán, la Medalla “Eligio Ancona” y “El Lince de Oro”.  Si bien su fama es notoria en el ámbito del arte plástico, Castro Pacheco logró plasmar igualmente su creatividad realizando escenografías y vestuario para el ballet La Nube Estéril y Guernica. El 8 de agosto de 2013 fallece este gran artista, de vuelta en su ciudad natal, dejando un legado pictórico y artístico en el cuerpo de la plástica nacional.



Sus obras

En todas sus obras se observa una auténtica preocupación por alcanzar el verdadero sentimiento. Castro Pacheco parte del dibujo, el modelado de materiales y llega a los colores, donde les da un significado anímico. Su atención sobre los rostros que reflejan emociones y actitudes es innegable e imperdible, aunque, enfoca su observación en trascender estas primeras pantallas y atravesar la mirada para encontrarse con ideas, creencias, tradiciones, costumbres y en general la vida cotidiana del pueblo maya. En palabras de Francisco José Paoli Bolio:

“Los ojos tienen lentes culturales, que sirven para apreciar lo que vemos y, sobre todo, para recuperar y hasta recomponer formas, gestos, movimientos y danzas perdidas o que están en proceso de perderse o desgastarse” (2017:8).

Y así es que captura a través de las emociones, lo sutil e intangible, lo que es imposible poner en palabras, de la cultura maya y de la cualidad misma de humanidad.

Hoy en día, es posible disfrutar sus obras en diferentes puntos de la ciudad. Una de ellas, es el Centro Cultural que lleva su nombre, antigua sede del Archivo Municipal, ubicado en Paseo de Montejo por la Calle 39, que le rinde tributo eterno al célebre artista.  De igual forma, el Museo de Arte y Cultura y de Yucatán (MACAY), recibió en comodato por el Gobierno del Estado, tres cuadros en gran formato: Hanal Pixán, La Torteadora y Caminante del Mayab. Por su parte, el Museo Nacional del Arte (MUNAL) cuenta con el tríptico Tres etapas de la historia del pueblo de Yucatán.

Entre sus piezas más reconocidas se encuentran: El abrazo (1940), El henequén (1947) y Naturaleza muerta (1959).

Referencia:

Paoli Bolio, F.J. (2017). Fernando Castro Pacheco, registros de vida y obra. Desde la Academia, Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, N°271, julio-diciembre, pp.4-22.